jueves, 17 de julio de 2008

EPISODIO 22. ECHO & THE BUNNYMEN.



Ian McCulloch y compañía fueron uno de esos grupos en los que el rock con cosas que decir se refugió a principios de los 80. Sin ellos, la travesía por la década más hortera y olvidable de la música moderna habría sido simplemente insufrible. En medio de la frivolidad tontorrona , cutre e inofensiava, de los sintetizadores sonrojantes y las canciones pop concebidas como producto consumible a base de estribillo pegajoso, Echo & the Bunnymen proponían canciones llevadas por baterías vigorosas y gruitarras limpias e imaginativas. Todo un alivio en los años en los que la música popular tendió a hacerse enlatada, facilona y de atrezzo.






Crocodiles o Heaven up here son muestras de un rock urgente, a ratos oscuro, a ratos cargados del eco ácido de bandas como Jefferson Airplane. Proclamando su personalidad, Echo & the Bunnymen parecían contar con un montón de rasgos heredados de otras bandas y referencias, Joy Division, The Cure, The Buzzcocks, el rock gótico, Jim Morrison, el post-punk. El abanico de la banda era amplio y les daba ventaja en momentos en que la música con guitarras parecía arrinconada, herida de muerte y poco creíble.

Un largo palmarés de discos excelentes, de canciones imborrables, silencios, parones y vueltas al ruedo en plena forma, proyectos en solitario.



En ese momento crucial en el que una banda con todo dicho se enfrenta a su propia historia y a la idea de retomar el estudio de grabación, tras seis años de silencio, Echo & the Bunnymen se marcaron un sobresaliente Siberia. En ese momento en el que muchos entierran su propia leyenda, sin el empuje juvenil de las primeras grabaciones y sonando a refritos sin ideas de sí mismos, los de McCulloch pusieron todo el oficio en un disco que hasta el último segundo no para de dar canciones de 2005 que podrían ser de 1985 o de 2025; dejan bien alto la historia de la banda a base de entonaciones y estribillos que no puedes imaginar más en su sitio; guitarras recuperando los mejores colores de su sonido, canciones perfectas, límpidas, claras y de trazado simple. Echo & the Bunnymen homenajeándose a sí mismos y al gusto por hacer música entrañable, accesible y a la vez especial. Una banda que quizá nunca ha gozado de pleno reconocimiento en círculos amplios, aunque eso qué importa.
Me sacan la sonrisa y me rellenan de ganas.

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