martes, 15 de julio de 2008

EPISODIO 8. NICK DRAKE.


Un inventor de canciones suaves y delicadas. Una voz que se levantaba lo justo por encima de la mezcla musical como queriendo alzarse ese centímetro que requiere la certeza emocional. Lujosas ornamentaciones de cámara. Folk para el otoño, celestas, flautas y secciones de cuerda. Guitarras acústicas con el toque exacto que da sentido a la transparencia del sentimiento. Five leaves left, su album inicial, 1969, parece hecho para largas tardes de otoño. Bandas sonoras para que la lluvia se derrame en la ventana y la tristeza, al final de la tarde, logre hacernos más intensos y mejores, no más tristes. Abrigos para un día con luz renqueante.
Sus grabaciones siguieron los mismos derroteros: intimismo estremecedor con la voz baja. Para Bryter Later, segundo lp, incorporó trompetas, saxofones, clavicordios, incluso improvisación jazzística, siempre con la acústica poniendo el esqueleto de cada canción. Su música se hizo un poco menos de habitación y más de banda, pero conservando íntegro ese espíritu de recogimiento íntimo y de caricia. Su tercera y última grabación, Pink Moon, retornó a la desnudez absoluta. Se hizo más sombrío. Sus tres discos se me hacen increíblemente familiares y breves.




Desde Nick Drake no ha habido compositor armado con guitarra acústica e intención de apuntar hacia el espacio de la sensibilidad que no se haya visto tocado por su influjo. En un terreno tan pantanoso, en el que tan fácil es patinar y resultar demasiado afectado y nada creíble (ridículamente íntimo o ñoño), las composiciones de Nick Drake parecían fluir con total claridad y puntería. Los acompañamientos medidos y siempre al servicio de la canción. Esas progresiones de acordes arpegiados de acústica, que desde entonces quedaron erigidas como biblia del compositor intimista. Siempre es un gustazo escucharle, por mucho que en mi cabeza asocie a Nick Drake con hojas cayendo, con melancolía y mar furioso contra malecones y paseos marítimos en gris.
Sus grabaciones parecen superar el tiempo con desenvoltura. Nada en ellas parece estar fuera de sitio. Quizás sea de tanto escucharlo durante los años, lo cierto es que se me antoja que esa perfección cálida y ensoñadora no sería tal sin uno solo de los momentos de cada disco. Como si todo el cuento de hadas fuese a venirse abajo al quitar o modificar una sola línea. Música para tener caricias y masajes en esa melancolía soñadora que algunos padecemos.
Nick Drake detestaba tocar en directo. Llegó un momento en que deseó no grabar nunca más. Se quitó la vida poco después. Mientras duró su breve carrera, su música apenas contó con reconocimiento.



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